miércoles, 29 de abril de 2009

Mujeres en el tango

Por: Bibiana Degli


Los escenarios del tango tuvieron mujer desde los inicios. Y qué mujeres, mujeres todas ellas de armas tomar, mujeres que se hicieron en el tango y que tomaron el tango como arma y salieron con valentía a caminar un mundo que no parecía estarles destinado. Aunque con eso del destino, hay que tener cuidado.

Hay que tomarse el cuidado y con tranquilidad decir que el tango y sus avatares son un modo de la cultura que orilló todo el siglo pasado y pasa al nuestro con una fuerza envidiable, con una fuerza que lo rescata de los orígenes rioplatenses y lo difunde y lo funde con la música de otras ciudades tomando ahí también su espacio.

Tranquilidad para decir que las mujeres en el tango pusieron desde el principio en entredicho la cosa que asegura que mujer y dinero no son amantes si se trata de que ella lo produzca. En los artículos que tomé como bibliografía y que reseñaré luego, se asegura con rigor que las divas del tango fueron taquilleras a rabiar. Despuntaron sus voces e hicieron fortunas en las radios amadas por todos los porteños, en especial por aquellos que peinan canas y recuerdan esa historia de seguidilla y en el orden fantástico que sus memorias les brindan.

Avatares de las memorias aparte, todos aseguran que ellas caminaban el campo del tango como sus dueñas, como las divinas, como señoras del tango, en una comunión que excedía cualquier contrato matrimonial. Me parece hoy después de haber leído sus historias en la revista Gilda que tuve el gusto de dirigir,

Me parece digo que no se las puede pensar por fuera de un amor al trabajo, al trabajo en el tango, porque los moldes que rompieron no fueron cualesquiera. Para preparar esta intervención, he leído todos los artículos que en esa revista publicaron José María Otero y Néstor González y yo misma y algún que otro chimento de esos que te sueltan los milongueros de pro, curiosas criaturas que me está siendo dado conocer.

Empezaron en el tango las mujeres cantando, sobre todo cantando aunque algunas compositoras hubo, también directoras de orquesta, algunas con su nombre a la vista y otras con su nombre cambiado, mutado en varón del tango donde no lo había. Como ejemplo de las ocultas, María Luisa Carnelli, autora de Cuando llora la milonga….

Entre las que aparecieron con su nombre propio, empezaré citando a Paquita Bernardo. Nacida en 1900, inició un fogoso romance con el bandoneón siendo una pibita. Su determinación la convirtió en una gran ejecutante rompiendo tabúes. A los 20 años conduce un sexteto en el que se alineaban chiquilines como Osvaldo Pugliese al piano. Mujer de contextura frágil que logró parar el tráfico de la calle Corrientes para escucharla y que conducía al grupo con su formidable mano derecha, su larga melena, blusa blanca, pollera negra y un almohadón recamado donde apoyaba sus pequeños pies. Enorme para la música, pequeña para la intemperie de la vida, se la llevó un resfrío mal curado a los 25 años.

Pero entre las cosas a destacar, la corta de vida de Paquita no fue una constante entre las divinas del tango. Como contrapunto, Tita Merello entre las que crecieron y vivieron largamente en el tango. Para mí la Tita siempre fue mayor. Cuando leía sus historias se me hacía difícil pensar que no siempre había sido así. Nació en 1904, vivió todo el siglo y paseó su porte arrabalero por sus escenarios. Paradigmática representante de los orígenes más que humildes de muchas de las mujeres en el tango, su versión de arrabalera, llena de gracia y arte una letra que es para ponerse a llorar: mi casa fue un corralón de arrabal bien proletario, papel de diario el colchón del cajón en que me crié.

Me parece fuerte a rabiar pero en lo que me viene a cuento destacarla es en su manera de cantar diciéndole a los hombres lo que muchas querríamos, lo que muchas no se atrevieron y sobre todo, decir sin más, lo que ellos no querían oír. Quién puede decir con naturalidad, piantá de aquí: no vuelvas en tu vida… No puedo más pasarla sin comida ni oirte así, decir tanta pavada….¿Es que no te das cuenta que sós un engrupido que te crees que al mundo lo vas a arreglar vos? Hacé el favor!...

Ella no lo escribió pero quién se lo quita de la marca. No sólo le habló así a los hombres, también compuso un tango en el que directamente preguntaba: Decime dios, ¿dónde estás? “Le dí la cara a la vida, y me la dejó marcada. En cada arruga que tengo, llevo una pena guardada”. Y mucha sabiduría donde cabe decir que su vida artística, canto, composición, cine, suplieron ampliamente la formación académica de la que sigue siendo, la Tita de Buenos Aires.

No voy a poder con todas, aunque sosteniéndome de todas pueda yo algo decir que enfoque estas mujeres en el tango como mujeres forjadoras de cultura, de la cultura argentina y uruguaya y más acá, de un canto universal por popular, universal por decirle a hombres y mujeres que pueden abrazarse y bailar mientras otros hacen la guerra.