domingo, 2 de noviembre de 2008

Vivir

Son las ocho de la noche, voy al closet en busca de la ropa que me pondré hoy. Tal vez los mallones negros y el blusón de flores grandes y ribetes negros, y por supuesto, zapatos altos. Llego al salón y la música ya está puesta: Otros Aires y su versión contemporánea y electrónica de los tangos de siempre. Sonrío a los asistentes, le sonrío a mi propio reflejo en los ventanales ennegrecidos por la noche.

La clase inicia y Juan y yo modelamos el abrazo de tango y aprovechamos para mostrar cómo es el abrazo durante el baile. Todas las miradas están en nosotros. El resto de la clase corrijo posturas, modelo pasos, bailo con los chicos, hago el papel del hombre en varias ocasiones, camino de un lado al otro del amplio salón sobre mis tacones altos, al ritmo de la música, sintiéndome la mujer más glamorosa y feliz del planeta. Casi al final de la clase, mientras varias parejas practican el paso básico, yo les muestro a unas chicas cómo practicar los ochos apoyadas en la pared, hacia delante, hacia atrás….y la melodía termina y con ello la clase.

Al salir del salón, en compañía de Juan Manuel y Malena, veo a unos estudiantes que fueron solos, presentándose y compartiendo impresiones con unas chicas que han hecho lo mismo, y se despiden, con entusiasmo, hasta el próximo lunes.

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